abril 26, 2024

La tierra que se rehusó a fracasar

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Occidente estaba seguro que la aproximación china no funcionaría. Sólo tendría que esperar. Sigue esperando.

 En los años de incertidumbre después de la muerte de Mao,  mucho antes de que China se volviera un gigante industrial, antes de que el Partido Comunista tuviera una racha de victorias que transformarían al mundo, un grupo de estudiantes de economía se reunieron en un retiro en una montaña en las afueras de Shanghái. Entre los bosques de bambú de Moganshan, los jóvenes estudiantes se devanaban los sesos con una pregunta: ¿Cómo hacer para que China alcanzara a Occidente?

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Era otoño de 1984, y del otro lado del mundo Ronald Reagan prometía un “nuevo amanecer en Estados Unidos”. China, mientras tanto, se recuperaba de décadas de disturbios políticos y económicos. Hubo progreso en el campo, pero más de tres cuartas partes de la población todavía vivían en pobreza extrema. El estado decidía dónde trabajaban todos, lo que cada fábrica tenía que producir, y cuánto tenía que costar todo.

Los estudiantes e investigadores que atendían el Simposio Académico para Economistas de Jóvenes y de Mediana Edad querían liberar las fuerzas del mercado, pero les preocupaba el colapso de la economía – y los burócratas e ideólogos que la controlaban.

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Una noche, llegaron a un consenso. Las fábricas debían cumplir las cuotas del estado, pero podrían vender el excedente de producción al precio que ellos escogieran. Era una forma inteligente, radical y silenciosa de socavar la economía planificada – e intrigó a varios oficiales del partido jóvenes que no tenían estudios de economía. “Mientras discutían el problema, yo no dije nada”, recuerda Xu Jing’an, ahora de 76 años y retirado. “Pensaba, ¿cómo hacemos que esto funcione?”.

La economía china ha crecido tan rápido por tanto tiempo, que es fácil olvidar qué tan improbable era esta transformación en un motor mundial, cómo gran parte de su ascenso fue improvisado y nació de la desesperación. La propuesta que Xu tomó de ese retiro en la montaña, pronto se adoptó como política de gobierno, y fue un paso decisivo en esta transformación.

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China ahora es líder en el mundo en número de propietarios de casa, usuarios de internet, graduados universitarios, y según algunos análisis, multimillonarios. La pobreza extrema ha caído a menos de 1%. Un país atrasado, aislado y empobrecido evolucionó para ser el rival más importante de Estados Unidos desde la caída de la Unión Soviética.

Beijing
  • Hoy en día, puede que China sea irreconocible ante los ojos de sus fundadores comunistas, pero el pasado todavía tiene un gran poder de atracción.
  • China está menos preocupado por alcanzar a Occidente. En su lugar, se pregunta hacia dónde dirigirse ahora.
  • El país lidera el número de usuarios de internet y graduados universitarios en el mundo. Ahora planea llevar a un hombre a la luna.
  • Los días en los que el estado decidía dónde trabajaba cada quién, y qué producía cada fábrica han quedado atrás.
  • El mundo pensó que cambiaría a China, pero el éxito de China ha sido tan espectacular, que ha cambiado al mundo.

Una competencia de época está en camino. Con el presidente Xi Jinping promoviendo una agenda más asertiva en el extranjero y ajustando el control en casa, la administración de Trump ha lanzado una guerra comercial y se prepara para lo que podría ser una nueva Guerra Fría. Mientras tanto, en Beijiing la cuestión es cada vez menos cómo ponerse al corriente con Occidente, y es más sobre a dónde ir ahora, y cómo hacerlo en una nueva era de hostilidad estadounidense.

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Los historiadores están muy familiarizados con este patrón: Una potencia emergente reta a una establecida, con una complicación muy familiar: Por décadas, Estados Unidos motivó y apoyó el crecimient ode China, trabajando con sus líderes y su gente para construir la asociación económica más importante del mundo, una que ha levantado a ambos países.

En este periodo, ocho preidentes estadounidenses asumieron, o esperaron que China eventualmente cedería ante lo que son consideradas las reglas establecidas de la modernización: La prosperidad motivaría demandas populares de reformas políticas e introduciría a China al club de países democráticos. O la economía china caería ante el peso de un gobierno autoritario y la corrupción burocrática.

Pero ninguna ocurrió. En su lugar, los líderes comunistas chinos han desafiado las expectativas una y otra vez. Adoptaron el capitalismo aún y cuando continuaron llamándose marxistas. Utilizaron la represión para mantener el poder sin sofocar el emprendimiento o la innovación. Se rodearon de enemigos y rivales, evitaron la guerra con una pequeña excepción, aún y cuando abanicaban el fuego del sentimiento nacionalista en casa. Y presidieron 40 años de crecimiento ininterrumpido, muchas veces con políticas ortodoxas que los libros de texto decían que fracasarían.

A finales de septiembre, la República Popular de China marcó un hito, superando a la Unión Soviética en longevidad. Días más tarde, se celebró el 69 aniversario del gobierno comunista. Y todavía falta más: China se convertirá en una superpotencia, no sólo con la economía más grande, también por un margen muy amplio.

El mundo creyó que podría cambiar a China, y en muchos sentidos lo ha hecho. Pero el éxito de China ha sido tan espectacular, que también ha cambiado al mundo y la manera en la que los estadounidenses entienden cómo funciona este.

No hay una explicación simple de cómo los líderes chinos lo han logrado. Hay visión y suerte, habilidad y resolución violenta, pero tal vez lo más importante fue el miedo – el sentido de crisis entre los sucesores de Mao que nunca temblaron, y que se intensificó después de los eventos de Tiananmen y el colapso de la Unión Soviética.

Aún y cuando superaron los desastres del gobierno de Mao, los comunistas chinos estudiaron y observaron el destino de sus aliados ideológicos en moscú, determinados a aprender de sus errores. Aprendieron de ellos dos lecciones: El partido necesitaría adoptar las reformas para sobrevivir – pero las “reformas” nunca deberían incluir democratización.

China ha girado en torno a estos dos impulsos desde entonces, entre la apertura y la cerrazón, entre la experimentación con el cambio y la resistencia a este, siempre dando un paso atrás antes de ir demasiado lejos en alguna de las dos direcciones por miedo a que se salga de control.

Mucha gente predijo que el partido fracasaría, que la tensión entre la apertura y la represión seria mucho para sostener un país tan grande como China. Pero puede ser esta justamente la razón por lo que su crecimiento se disparó. Si puede hacerlo mientras Estados Unidos trata de detenerlo, es una cuestión totalmente distinta.

De Aparátchik a capitalistas

Want Qishan, en medio

Ninguno de los participantes de la conferencia de Moganshan habría predecido cómo despegaría China, mucho menos los roles que ellos jugarían en su crecimiento. Todos provenían de una era de tumultos, casi completamente aislados del resto del mundo, con poca preparación para los retos a los que se enfrentaban. Para triunfar, el partido tendía que reinventar su ideología y reprogramar a los mejores y más brillantes para llevarlo a cabo.

Xu Jing’an, por ejemplo, se graduó con un título de periodismo en la víspera de la Revolución Cultural de Mao, durante la cual millones de personas fueron purgadas, perseguidas y asesinadas. Pasó esos años en una escuela de cadetes haciendo trabajo manual y enseñando marxismo a una unidad del ejército. Después de la muerte de Mao, se le asignó a un instituto de investigación del estado con la tarea de arreglar la economía. Su primer trabajo era encontrar la manera de darles mayor poder de decisión a las fábricas, un tema del que no sabía nada. Aún así, años después logró una carrera profesional distinguida como político y economista, ayudando a lanzar el primer mercado de acciones en Shenzhen.

Entre los otros participantes jóvenes en Moganshan estaban Zhou Xiaochuan, quien más tarde sería el líder del Banco Central de China por 15 años; Lou Jiwei, quien administró un fondo de riqueza soberana de China y que recientemente concluyó su puesto como ministro de finanzas; y el especialista en políticas agrícolas Wang Qishan, quien se alzó muy por encima que cualquier otro de ellos.

Wang encabezó el primer banco de inversiones de China y ayudó a que el país evitara la crisis financiera asiática. Como alcalde de Beijing, fue anfitrión de los juegos olímpicos del 2008. Después coordinó la política anticorrupción que arrestó a oficiales de alto mando dentro del partido. Ahora es el vicepresidente, sólamente una posición abajo de Xi Jinping, el líder del partido.

Las carreras profesionales de los economistas de Moganshan resalta un aspecto importante del éxito de China: Se convirtieron de agentes del aparato en capitalistas.

Los burócratas que alguna vez fueron obstáculos para el crecimiento se convirtieron en engranes del aparato económico. Los oficiales que se dedicaron a la lucha de clases y controles de precios comenzaron a perseguir inversiones y promover la empresa privada. Hoy en día es común escuchar a un líder de un distrito, ciudad o provincia decir un discurso como aquel de Yan Chaojun en un foro de negocios en septiembre.

“Sanya,” dice Yan, refiriéndose al resort sureño que dirige, “debe ser un buen mesero, niñero, chofer y conserje para los negocios, y dalre la bienvenidad a las compañías extranjeras.”

Fue un acto notorio de reinvención, uno que eludía a los soviets. Tanto en China como en la Unión Soviética, las grandes burocracias estalinistas habían asfixiado el crecimiento económico, con oficiales que blandían un poder sin restricciones que se oponían a cambios que amenazaran con sus privilegios.

Mikhail Gorbachev, el último líder de la Unión Soviética, intentó desprenderse del dominio de estos burócratas al abrir el sistema político. Décadas más tarde, los oficiales chinos todavía toman lecciones de por qué fue un error. El partido incluso produjo una serie documental sobre el tema en el 2006, y lo distribuyó en DVDs clasificados para que oficiales de todos los niveles lo vieran.

Con temor a la apertura política, pero reacio a quedarse de brazos cruzados, el partido encontró otra vía. Gradualmente se movió y siguió el patrón del modelo de Moganshan, que dejaba la economía planificada intacta y permitía una que una economía de mercado floreciera y la superara.

Estudiantes chinos durante el Gaokao, el examen de entrada a universidad
  • Antes un país atrasado, actualmente China es el rival más importante para Estados Unidos. Wuhan, un pueblo rivero, ha explotado su crecimiento para convertirse en una metrópolis de 10 millones.
  • Los ingresos crecientes han convertido a China en una nación de consumidores.
  • En ciudades como Shanghái, los estudiantes chinos superan a sus compañeros alrededor del mundo.
  • Los economistas occidentales dudaron que la innovación pudiera tener lugar en la rígida burocracia china. Se equivocaron.

Los miembros del partido le llamaron a esta aproximación experimental “cruzar el río palpando las piedras”. Le permitieron a los granjeros cultivar y vender sus propias cosechas, mientras el gobierno mantenía la propiedad de la tierra; se eliminaron restricciones de inversión en “zonas económicas especiales”, pero permanecieron en el resto del paíz; o se introdujo la privatización al vender participaciones minoritarias en compañías estatales en un comienzo.

“Hubo resistencia”, dijo Xu. “Satisfacer a los reformistas y a la oposición era un arte.”

Los economistas estadounidenses eran escépticos. Las fuerzas del mercado debían introducirse rápidamente, decían; de lo contrario, la burocracia se movilizaría para bloquear los cambios necesarios. Después de una visita a China en 1988, el ganador del premio Nóbel Milton Friedman llamó a la estrategia del partido “una invitación abierta a la corrupción y la ineficiencia.”

Pero China tenía una extraña ventaja al combatir la resistencia burocrática. El prolongado crecimiento económico era la sucesión de uno de los capítulos más obscuros de la historia de China, la Revolución Cultural, que diezmó al aparato del partido y lo dejó en ruinas. Efectivamente, los excesos autocráticos sentaron las bases para el sucesor de Mao, Deng Xiaoping, quien lideraría el partido a una dirección radicalmente más abierta.

Esto incluyó mandar a generaciones de oficiales del partido jóvenes a Estados Unidos y a otros países a estudiar cómo funcionaban las economías modernas. A veces se inscribían en universidades, a veces encontraban empleos, y a veces iban en “tours de estudio” cortos. Al regresar, el partido los promovía e instruía a que otros aprendieran de ellos.

Al mismo tiempo, el partido invirtió en educación, amplió el acceso a escuelas y universidades, pero no logró eliminar del todo el analfabetismo. Muchos críticos se enfocan en las debilidades del sistema educativo chino: Su énfasis en los exámenes y la memorización, las limitaciones políticas, la discriminación hacia estudiantes rurales. Pero China continental ahora produce más egresados en ciencias e ingeniería que Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y Taiwán combinados en cualquier año.

En ciudades como en Shanghái, los estudiantes superan a sus compañeros alrededor del mundo. Pero para muchos padres, ni siquiera esto es suficiente. Debido a la nueva riqueza de muchas familias, el énfasis en la educación como el camino a la mobilidad social y a los competitivos exámenes de ingreso a universidad, la mayoría de estudiantes también se inscriben en programas de tutoría después de clases, un mercado de 125 mil millones de dólares, de acuerdo a un estudio, o la mitad del presupuesto militar anual.

Otra explicación de la transformación del partido está en la mecáncia de la burocracia. A veces, los analistas dicen que China adoptó la reforma económica, pero se resistió a la reforma política. En realidad, el partido hizo grandes cambios despúes de la muerte de Mao, que no terminaron en elecciones libres o cortes independientes, pero que fueron al final de cuentas significativos.

El partido introdujo límites en administración y edad de retiro, por ejemplo, para hacer más fácil eliminar a oficiales incompetentes. También se modernizaron los reportes internos para evaluar a los líderes locales para promociones y bonos, enfocándose casi exclusivamente en objetivos eocnómicos concretos.

Estos ajustes aparentemente menores tuvieron un impacto impresionante. Inyectaron una dosis de rendición de cuentas y competitividad en el sistema político, de acuerdo a Yuen Yuen Ang, politóloga de la Universidad de Michigan. “China creó un híbirdo único,” dijo, “una autocracia con características democráticas.”

Mientras la economía florecía, los oficiales con un enfoque unidimensional se concentraron en el crecimiento, ignorando la extensa contaminación, las violaciones a estándares laborales, y comida y suplementos médicos contaminados. Fueron premiados con el aumento de ingresos fiscales y oportunidades de enriquecer a sus amigos, parientes y a sí mismos. Una ola de oficiales abandonaron al estado y entraron a los negocios. Con el tiempo, la élite del partido acumuló grandes riquezas que cimentaron su apoyo por la privatización de una economía que alguna vez controlaron.

El sector privado ahora produce más del 60% de los ingresos del país, emplea al 80% de los trabajadores en ciudades y aldeas, y genera el 90% de los nuevos empleos, dijo un antiguo oficial en un discurso el año pasado. Seguido, los burócratas se hacen a un lado.

“Básicamente no los veo mas que una vez al año,” dijo James Ni, presidente y fundador de Mlily, una manufacturera de colchones al este de China. “Creo empleos, pago impuestos. ¿Por qué habrían de molestarme?”

En años recientes, el presidente Xi ha buscado cómo imponer la autoridad del partido en empresas privadas. También ha reforzado compañías estatales con susbsidios, mientras que sigue conservando las barreras para la competencia extranjera. Y ha apoyado las exigencias de que compañías extranjeras entreguen sus tecnologías a cambio de acceso al mercado en áreas estratégicas.

Al hacerlo, el gobierno apostó que el estado chino ha cambiado tanto que debería jugar un papel central en la economía – que ahora puede construir y administrar “campeones nacionales” capaces de superar a Estados Unidos por el control de las industrias de alta tecnología del futuro. Pero también ha generado reacciones en Washington.

“Apertura”

En diciembre, el Partido Comunista celebrará el 40 aniversario de la política de “reforma y apertura” que transformaron a China. La propaganda triunfante ya comenzó, poniendo a Xi al frente y al centro, como abanderado de la victoria.

Xi es el líder del partido más poderoso desde Deng Xiaoping, y es el hijo de un antiguo oficial que sirvió durante el gobierno de Deng, pero aunque se envuelva en su legado, Xi se ha separado de él de una manera importante: Deng motivó a que el partido buscara ayuda y expertiz en el extranjero, pero Xi predica la autosuficiencia y advierte de las amenazas de “fuerzas extranjeras hostiles.”

En otras palabras, parece que hace menos uso de la parte del eslogan sobre “apertura”.

Uno de los muchos riesgos que el partido tomó en su búsqueda por el crecimiento, y quizás el mayor, fue la apertura a la inversión extranjera, el comercio y las ideas. Fue una apuesta excepcional por un país alguna vez tan aislado como lo es Corea del Norte hoy en día, y dio resultados de una manera excepcional: China se subió a la ola de la globalización sacudiendo al mundo y emergió como la fábrica global. La adopción del internet, aunque limitado, le ayudó a volverse un líder en tecnología. Y las recomendaciones internacionales le ayudaron a reformar sus bancos, construir un sistema legal y crear corporaciones modernas.

El partido prefiere una narrativa diferente en días recientes, presentando el boom económico como “crecido en tierra china” y primariamente el resultado de su liderazgo. Pero esto opaca una de las grandes ironías del auge de China – que los antiguos enemigos de Beijing lo ayudaron a que fuera posible.

Cámaras de seguridad, omnipresentes en China.
  • El presidente Xi Jinping no ha mostrado señales de abandonar lo que llama “el gran rejuvenecimiento de la nación china.”
  • Xi cree que China ha sido tan exitoso que el partido puede regresar a su pasado autoritario.
  • Nadie le llama a China “el gigante dormido” ya.

Estados Unidos y Japón, ambos rutinariamente vilificados por propagandistas del partido, se han vuelto los mayores socios comerciales y fueron importantes fuentes de ayuda, inversión y expertiz. Los verdaderos cambiadores del juego fueron gente como Tony Lin, un gerente de fábrica que hizo su primer viaje a China continental en 1988.

Lin nació y creció en Taiwán, una isla que se autogobierna, a donde aquellos que perdieron la guerra civil huyeron después de la Revolución Comunista. Como estudiante, se le enseñó que China continental era el enemigo.

Pero a finales de los ochentas, la fábrica de zapatos deportivos que administraba en el centro de Taiwán tenía problemas para encontrar trabajadores, y su mayor cliente, Nike, le sugirió mover la producción a China. Lin puso a un lado sus miedos y emprendió el viaje. Lo que encontró le sorprendió: Una gran cantidad de mano de obra barata y dispuesta a trabajar, y oficiales en fábricas estatales ansiosos de capital y conocimiento, al grado que ofrecían espacios gratuitos y exenciones fiscales de hasta cinco años.

Lin pasó la siguiente década yendo y viniendo al sur de China, pasando meses en cada ocasión y regresando a casa sólo en descansos cortos para ver a su esposa e hijos. Construyó y administró cinco fábricas de zapatos deportivos, incluyendo el mayor proveedor de Nike en China.

“Las políticas chinas eran tremendas,” recuerda. “Eran como una esponja absorbiendo agua, dinero, tecnología, todo.”

Lin fue parte de un flujo de inversión de enclaves étnicos chinos en Hong Kong, Taiwán, Singapur y más allá que migraron a China y le ayudaron a sobresalir encima de otros países en desarrollo. Algunos economistas estiman que sin esta diáspora, la transformación de China continental se hubiera estancado al nivel de otros países como Indonesia o México.

Los tiempos estuvieron a favor de China, que se abrió justo cuando Taiwán se estaba expandiendo en la cadena de manufactura global. China se benefició del dinero de Taiwán, así como de su experiencia gerencial, tecnología y relaciones con clientes alrededor del mundo. En efecto, Taiwán impulsó el capitalismo en China y lo conectó a la economía global.

Al poco tiempo, el gobierno taiwanés comenzó a preocuparse de confiar de más en su antiguo enemigo e intentó desviar las inversiones a otra parte. Pero Chian continental era muy barata, estaba muy cerca y con un lenguaje y herencia comunes, muy familiar. Lin intentó abrir fábricas en Tailandia, Vietnam e Indonesia, pero siempre terminó regresando a China.

Ahora Taiwán es cada vez más dependiente de una China aún más poderosa, que está presionando cada vez más por la reunificación, y el futuro de la isla es incierto.

Hay ecos de taiwaneses en apuros alrededor del mundo. Muchos de ellos expresan arrepentimiento de haberse apurado a aceptar a Beijing con comercio e inversiones. El remordimiento tal vez sea mayor en Estados Unidos, quien llevó a China ante la Organización Mundial del comercio, se volvió el mayor cliente de China y ahora lo acusa de robo a gran escala de tecnología, lo que un oficial llama “la mayor transferencia de riqueza en la historia.”

Muchos en Washington vaticinaron que el comercio traería el cambio político. Lo hizo, pero no en China. La “apertura” terminó por fortalecer el control del poder del partido en lugar de debilitarlo. La sorpresa del ascenso de China como un coloso exportador se sintió en todo el mundo.

En Estados Unidos, los economistas dicen que al menos dos millones de empleos desaparecieron como resultado, muchos de ellos en distritos que terminaron por votar por Trump.

Represión selectiva

Estudiantes antes del incidente de Tiananmen.

Durante un almuerzo en un club privado de lujo en el piso 50 de un apartamento en el centro de Beijing, uno de los magnates de bienes raíces más exitosos de China explica por qué dejó su trabajo en un centro de investigación de gobierno después de los incidentes de la plaza de Tiananmen.

“Era muy fácil,” dice Feng Lun, director de Vantone Holdings, que administra un portafolio de propiedades multimillonario alrededor del mundo. “Un día me desperté y vi que todo mundo había huido. Así que yo también huí.”

Hasta el momento en que los soldados abrieron fuego, él había planeado pasar toda su carrera profesional en el servicio civil. En su lugar, el partido estaba expulsando a todos aquellos que simpatizaran con los estudiantes, y él se unió al éxodo de oficiales que comenzaron de cero como emprendedores en los noventas.

“En ese entonces, si nos hubiéramos reunido y nos dijeras que hiciéramos negocios, no lo habríamos hecho,” recuerda. “Pero este incidente sin querer plantó las semillas de la economía de mercado.”

Así ha sido el patrón de vaivén del éxito del partido.

El movimiento pro-democracia de 1989 fue lo más cercano a lo que el partido estuvo de la liberalización política después de la muerte de Mao, y la campaña que le siguió fue exactamente en la dirección contraria, hacia la represión y el control. Luego de la masacre, el estancamiento económico parecía seguro. Y sin embargo, tres años despúes, Deng utilizó un tur al sur de China para luchar por la “reforma y apertura” una vez más.

Muchos que habían dejado el gobierno, como Feng, de repente se encontraron liderando la transformación del país desde afuera, como la primera generación de emprendedores privados.

Ahora que Xi está girando hacia la represión de nuevo, ajustando el control de la sociedad, concentrando el poder en sus propias manos, y permitiendo la reelección indefinida. ¿Se relajará el partido una vez más, como lo hizo pocos años después de Tiananmen, o es un cambio más permanente? De serlo, ¿qué significa para el milagro económico chino?

El temor es que Xi intenta reescribir la receta detrás del auge de China, reemplazando su represión selectiva con algo mucho más severo.

Los Uigur, una de las minorías étnicas de China.
  • Por décadas, China ha balanceado apertura y represión, incluyendo la de la etnia minoritaria de los Uigur.
  • Desde el movimiento de Tiananmen, el gobierno ha estado en guardia frente a posibles amenazas. 
  • La red de trenes de alta velocidad, la más grande del mundo, ha cambiado la manera en la que la gente se mueve.
  • Durante la apertura, los granjeros tenían permitido vender sus propios cultivos, mientras que el Estado mantuvo la propiedad de la tierra.
  • Bajo el gobierno de Mao, muchos chinos educados fueron enviados a “escuelas de cadetes” a hacer labores manuales.

El partido siempre ha estado a la guardia frente a potenciales amenazas: Un partido de oposición incipiente, un movimiento espiritual popular, e incluso un escritor disidente premiado con el Nobel de la paz. Pero con algunas grandes excepciones, también se ha retirado de la vida personal de la gente y les ha dado suficiente libertad para permitir que la economía crezca.

El internet es un ejemplo de cómo se ha beneficiado de este balance de contrastes. El partido le permitió al país conectarse con un atisbo de lo que podía significar, y cosechó los beneficios económicos manteniendo el control de la divulgación de información nociva.

En el 2011 se enfrentó a una crisis. Después del choque de un tren de alta velocidad al este de China, 30 milllones de mensajes criticando la forma en la que el partido manejó el accidente fatal inundaron las redes sociales – más rápido que el tiempo de detección de los censores.

Oficiales en pánico consideraron apagar el servicio más popular, Weibo, el equivalente de Twitter, pero las autoridades temían cómo reaccionaría el público. Al final permitieron que Weibo siguiera operando, pero invirtieron más en ajustar los controles y ordenaron a las compañías hacer lo mismo.

La conssesión funcionó. Ahora muchas compañías asignan a cientos de empleados para labores de censura – y China se ha convertido en un gigante en el panorama del internet global.

“El costo de la censura es muy limitado en comparación al gran valor creado por el internet,” dice Chen Tong, un pionero en la industria. “Todavía podemos obtener la información que necesitamos para el progreso económico.”

Una “Nueva Era”

China siempre contó con Estados Unidos como socio comercial. La administración de Trump ha dado un giro de 180 grados.

China no es el único país que ha encuadrado las demandas del régimen autoritario con las necesidades del libre mercado. Pero lo ha hecho por más tiempo, en mayor escala y con resultados más convincentes que cualquier otro.

La cuestión ahora es si podrá sostener su modelo con Estados Unidos como adversario en lugar de socio.

La guerra comercial apenas ha comenzado. Y no es sólamente una guerra comercial. Buques y aviones de guerra estadounidenses están poniendo en duda las declaraciones de China en aguas disputadas con mayor frecuencia mientras China planea aumentar su gasto militar. Washington está maniobrando para contrarrestar la creciente influencia de Beijing en el mundo, advirtiendo que una racha de gasto en infraestructura global de parte de China viene con condiciones en letra chica.

Puede que los dos países alcancen un consenso. Pero tanto la izquierda como la derecha en Estados Unidos han retratado a China como campeón de un orden global alternativo, uno que adopta valores autocráticos y socavando la competencia justa. Es un extraño consenso en Estados Unidos, el cual está profundamente dividido en otras cuestiones, incluso en cómo ha usado el poder en el extranjero en décadas recientes – y en cómo debería hacerlo ahora.

Xi Jinping, por otra parte, no ha mostrado interés en abandonar lo que llama “el gran rejuvenecimiento de la nación china”. Algunos de su lado no dudan en culpar a Estados Unidos desde la crisis financiera del 2008, y ven en las políticas de la administración de Trump la prueba de lo que siempre han sospechado: Estados Unidos está dispuesto a impedir el ascenso de China.

Al mismo tiempo hay una creciente ansiedad sobre las relaciones agrias entre ambos países, debido a que Estados Unidos por mucho tiempo ha inspirado la admiración y la envidia en China, y por la sensación de que la fórmula del partido para el éxito puede vacilar.

La prosperidad ha traido crecientes expectativas en China; El público quiere más que sólo crecimiento económico. Quiere aire limpio, comida y medicinas seguras, mejores cuidado de salud y escuelas, menos corrupción y mayor igualdad. El partido tiene problemas en cumplir, y los artilugios que utilizan como los reportes para medir la efectividad de los funcionarios están lejos de ser suficientes.

“El problema básico es, ¿para quién es el crecimiento?”, dice Xu, el oficial retirado que escribió el reporte de Moganshan. “No hemos resuelto esa cuestión.”

El crecimiento ha comenzado a desacelerar, lo que podría ser mejor para la economía en el largo plazo, pero podría alterar la confianza del público. El partido está invirtiendo más que nunca en censura para controlar la discusión de los retos a los que se enfrenta el país: Creciente inequidad, peligrosos niveles de deuda y una población anciana.

Xi mismo ha reconocido que el partido debe adaptarse, declarando que el país está entrando en uan “nueva era” que requiere de nuevos métodos. Pero su receta ha sido un retorno a la represión, incluyendo campos de internamiento masivos orientados a minorías étnicas musulmanas. La “apertura” ha sido reemplazada con expulsiones, préstamos que los críticos describen como predatorios y otros esfuerzos por ganar influencias -o interferencia – en las políticas de otros países. En casa, la experimentación es sólamente viable si la ortodoxia política y la disciplina están adentro.

En efecto, Xi parece creer que China ha sido tan exitosa que el partido puede regresar a una postura autoritaria convencional – y que puede y debe sobrevivir y sobrepasar a Estados Unidos.

Ciertamente el impulso todavía está del lado del partido. Durante las cuatro décadas anteriores, el crecimiento en China ha sido 10 veces más rápido que en Estados Unidos, y todavía es más del doble de rápido. El partido parece disfrutar de amplio apoyo del público, y muchos alrededor del mundo están convencidos que Estados Unidos está en retirada bajo la administración de Trump, y que el momento de China está apenas comenzando.

De nuevo, China tiene una manera de desafiar las expectativas.

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